viernes, 24 de enero de 2014

UNOS Y OTROS

¿Que os sucede señor? Me asombráis una y otra vez. Es publico y notorio que dos no discuten si uno no quiere. También que un partido político solo lo es si es votado para ello. ¿Cómo, pues, decidme? ¿Cómo se explica que entidades políticas de discurso absurdo, irrelevante, vacío de contenido, pero cargado de denuestos contra el contrario, únicamente, sean votados una y otra vez? Unas y otras. ¡Cómo es posible creer en la pulcritud política del que diciendo defender el Estado lo vendió en almoneda…! Lo han desgarrado para vos, señor. Unos y otros. ¿Andáis preocupados acaso por vuestra jubilación, señor? Pues no votéis a quienes han encarecido la administración hasta resultar insoportable. No votéis a quienes os exigen más años de cotización mientras, para sí, consideran suficientes 7 años. Unos y otros. ¿Aplaudís a quienes han hecho posible, señor, el triste honor, de ser medalla de plata entre los países con más automóviles oficiales? Unos y otros.  ¿Os place acaso saber que vuestros mandatarios pisan moqueta y pretenden depositar sus sensible posaderas en sillas de medio millón de pesetas? Unos y otros. Es ello posible, señor? Fijaos. Un barrio de cualquier ciudad populosa supera en población a algunas autonomías. Sin embargo, comparte con otros barrios el ayuntamiento, con el ahorro consiguiente. ¿Por qué no hacen, al menos, otro tanto las ciudades autonómicas? ¿Entonces…? ¿O pensáis acaso, señoría, que lo correcto no es refundar el Estado sobre bases razonables, de economía e igualdad, sino multiplicar los parlamentos y las administraciones acá y acullá? ¿Votáis, aplaudís, a partidos, unos y otros, que presentan como un éxito colocar deuda pública a alto interés como si fuera un producto de tecnología financiera de vanguardia cuando de lo que se trata es de comprar dinero fuera, cueste lo que cueste? ¡Qué eufemismo! Llamar a esta vulgar compra, “colocar deuda pública”… ¿Votáis partidos, unos y otros, que elevan el umbral universitario a vuestros hijos al tiempo que disponen la acogida y formación como especialistas de licenciados foráneos, médicos en su mayoría, con independencia de la calidad de su formación? Os invito, señor, a que os mováis por Internet. Hallareis allí razón de lo que os digo , pero os lo repito: no vais por buen camino. Creedme. De no ser yo luzlandés haría tiempo que me habría expatriado. Vos veréis.

José Francisco Luz Gómez de Travecedo
DNI 17981201P
Tel. 696 411347


LA VOZ TENDIDA: OBJETIVIDAD

OBJETIVIDAD

Mi
estimado español, señor. Para un luzlandés como yo vuestro Estado me
desconcierta.  Un Estado estructurado
sobre etnias que hablan en  un lenguaje
medieval plagado de alusiones al terruño, a la lengua y al mito. Un lenguaje
pretérito apto para la superchería y el engaño . Una babel, en suma.
A
nosotros, los luzlandeses, modernos como somos, nos ha interesado desde siempre
el tema del lenguaje.  La lengua
entendida como un medio de expresión y, por ende, de comunicación.  Como un medio, jamás como un fin.  Por esto, 
ha sido una constante preocupación de nuestro país, Luzlandia, el hablar
con objetividad. Hablar y proponer cosas visibles para todos. El lenguaje objetivo,
racional, ha sido el resultado. Consideramos, no obstante, que la expresión
subjetiva tiene su lugar: la filosofía, la creación literaria y la expresión
sentimental, la poesía. Naturalmente, con el riesgo siempre de que no nos
entendamos. Por poner un ejemplo. En este soneto de Góngora, ¿quien entendería
que: “…hebra voladora que la Arabia en sus venas atesora y el rico Tajo en sus
arenas cría” equivale a tus rubios cabellos?
La
subjetividad en la exposición de ciertos temas es inevitable pero mueve a
confusión, se nutre y promueve pasiones y, sobre todo, es herramienta al servicio
de los embaucadores y la patraña. Si yo afirmo que la circunferencia es el
lugar geométrico de los puntos que equidistan de uno llamado centro, todos me
entienden. Todos saben a que figura geométrica me refiero. No hay posibilidad
no de confusión ni de camelo. Expongo en un lenguaje objetivo válido para la
comprensión general. Es, sin duda, el lenguaje de la verdad ya sea científica o
consensuada. Es el lenguaje del hombre moderno, renacentista que,
lamentablemente, no abunda. Podríamos decir que en la Edad Moderna desembarcan
un puñado de hombres que son lamentablemente, solo eso, una avanzadilla de la Humanidad
que se rezaga. Para los demás, el único lenguaje válido es el lenguaje mágico
preñado de subjetividad que es lenguaje apto para la mitología y en manos de
bribones poderoso útil. El lenguaje objetivo habla a la razón y es lengua de la
razón, el otro, habla al sentimiento, a la pasión y es lengua de la
emoción. 
Mi
estimado español, señor, este nuevo concepto de la lengua como medio al
servicio de la verdad y por tanto integrador exige cambios hacia la objetividad
incluyente en los otros ámbitos de la concepción humana. Cambios, por caso, en
el concepto de Estado.
El
Estado moderno es una creación racional concebido por sesudos filósofos: Hobbes,
Locke, Montesquieu, Rousseau… Pioneros que se esforzaron por idear un espacio
vital apto para todos desde la consideración más objetiva posible. Un Estado
caracterizado por la soberanía popular y la separación de poderes. En él, el
político era mero mandatario de la voluntad popular. Un Estado apoyado en la
igualdad, en la libertad y la fraternidad. Un Estado a la medida del hombre
concebido para el hombre, en absoluto para el grupo, la etnia. El Estado, que
no es otra cosa que el pueblo dotado de voluntad y fuerza,  asentado en un territorio (que por huir de
sentimentalismos al uso evitaré llamar patria) El Estado es necesariamente
homogeneizador e integrador y nada sabe de intermediarios cualquiera que sea su
denominación, autonomía por ejemplo. Cualquier alternativa a esta consideración
se consideró una aberración contraria al pueblo y digna de repulsa. Hoy
diríamos que se trataría de una consideración pequeño-burguesa y de derechas,
en el concepto jacobino.  Según esto,
señor,  ¿aun consideráis que vivís en un
Estado integrador, moderno, racional, o en una vulgar imitación?

Jose
Fco. Luz Gómez de Travecedo.